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No obstante, y a pesar de mi visión pesimista del mundo, ceo que, como docentes e investigadores, debemos desafiar cualquie r tendencia “totalitaria ”, venga de donde venga y resistirnos ante el adoctrinamiento y la represión mental, tanto explícitos e implícitos, a menudo escondidos bajo el paraguas de la ortodoxia económica.

En este sentido tenemos una grave responsabilidad con las generaciones más jóvenes, y para mí solo hay un camino, y es promover entre nuestros estudiantes de grado y posgrado:

En primer lugar, el libre pensamiento, que, en mi opinión, es más importante que la libertad de expresión (si no, visiten cualquier red social en Internet, llena de hatters, trolls y hooligans );

En segundo lugar, la igualdad en términos de derechos, dignidad y deberes; y

Por último, el respeto, el cuidado por los demás y por nuestro planeta, la compasión, en definitiva, la hermandad o fraternidad entre todos los seres humanos, con independencia de su raza, su origen, o sus creencias.

No se trata de crear una nueva religión o un partido político. Esa no es nuestra misión como académicos, pero sí tenemos la obligación moral de quitarles las anteojeras a nuestros alumnos, sean de grado o de postgrado, y ofrecerles herramientas para que adquieran un espíritu crítico hasta el punto de que, incluso, sean capaces de cuestionar lo que les estamos diciendo.

Como académicos, nos sentimos orgullosos de crear ciencia. Pero, ¿estamos cumpliendo nuestra misión preparando profesionales expertos y presentando y debatiendo entre nosotros trabajos valientes y brillantes que luego serán publicados en revistas que serán leídas por … sólo otros académic os?

El contexto está cambiando y, como nos lo ha recordado la pandemia, nuestras vidas son más cortas de lo que nos imaginamos. Creo que debemos ser más selectivos y reflexivos