Elizabet Lopetey Castillo , Karla Alejandra Garduño Realivazquez, Víctor Corral Verdugo
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tanto sociales como ambientales de las acciones que desempeñan (Ferreira et al., 2010). Por tal motivo, algunas empresas actualmente han utilizado la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como una estrategia para mejorar su imagen ante sus grupos de interés (García-Santos & Madero- Gómez, 2016), y se ha demostrado su rol determinante a partir de sus beneficios comerciales, de competencia y posicionamiento (De la Rosa, 2021).
Si bien, la concepción de RSE ha evolucionado durante las últimas décadas, esta hace referencia a las políticas y prácticas que una organización realiza para cubrir las necesidades de sus grupos de interés, donde se busca un gobierno ético y transparencia en la información (Amorelli & García- Sánchez, 2021). De acuerdo con Piasecki (2018, p.2) la RSE es conceptualizada como aquella práctica donde “las empresas integran elementos sociales y ambientales con las operaciones del negocio, gestión y relación con las partes interesadas. ” Por ello, las organizaciones cada vez más realizan acciones y proyectos en beneficio de la comunidad como lo es reforestación, reciclaje, apoyo a comunidades indígenas, entre otras iniciativas. Sin embargo, la condición de Empresa Socialmente Responsable implica no solo obrar de manera voluntaria en función del bienestar de las partes interesadas externas a la organización, sino que abarca el respeto y la preocupación genuina por las y los colaboradores como principal eslabón.
De ahí la importancia que adquiere el cumplimiento del principio de las Prácticas Laborales Justas y como parte del Modelo de RSE, en materia de Derechos Humanos. Esta idea, remite necesariamente a la justicia laboral (JL) como variable clave en el bienestar del personal en el ámbito organizacional. En una empresa laboralmente justa es reconocido el derecho pleno del colaboradora/a de acceder a las mismas condiciones y oportunidades laborales que el resto de sus compañeros de equipo y de los ciudadanos en general. Es primordial la garantía de una vida laboral digna, en total conciliación con la vida familiar, y las necesidades de crecimiento y desarrollo individuales. Asimismo, el salario digno, la estabilidad laboral, la existencia de toda la infraestructura socio física, de seguridad y protección necesaria para desarrollar las tareas que amerita su puesto, deben ser garantes de una vida saludable en el contexto organizacional, (Saldaña, 2016).
De otro lado, se ha demostrado la existencia de una correlación positiva entre la percepción de JL