Hortensia Hernández Vela, Oscar Erasmo Návar García, Manuel de Jesús Martínez Aguilar

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las que las mujeres tienen diferencias de percepción, o asignan mayor importancia, deben recibir una valoración proporcional con la prioridad que desde su perspectiva tienen como son entre otras: la disponibilidad de tiempo, los permisos, la interrelación con los otros, el acoso, la responsabilidad del cuidado. Hay que agregar que el peso de cada uno de los factores señalados también está influenciado por circunstancias que circunscriben la calidad de vida como pueden ser: ciclo de vida; estatus familiar; escolaridad; zona habitacional o contexto social.

Nuestra cultura y lugar donde nos desenvolvemos puede tener una conceptualización valorativa diferente y en el mismo sentido las aspiraciones y decisiones son diferentes dentro de cada contexto social; lo deseable para unas puede no ser aspiración de otras. No se puede evaluar igual a las mujeres ejecutiva, que a las madres solteras que trabajan en comercios o a las mujeres rurales (Gallegos, Garrido, Hernández, 2015; Garrido y Hernández, 2005).

En este contexto, la clasificación de los factores que se relacionan con la calidad de vida nos lleva a considerar el entorno y tres dimensiones: las condiciones laborales, el ambiente de trabajo, así como la relación entre vida personal y trabajo (figura 4). Dimensiones que se relacionan con la actividad desarrollada (condiciones laborales), las relaciones afectivas, de aceptación y reconocimiento que se dan en el lugar de trabajo (ambiente laboral) y el equilibrio entre la vida personal y de trabajo enmarcadas en un contexto social diferenciado (entorno) que está directamente correlacionado con cada una de las dimensiones pero que se evalúa independientemente y como punto de partida de la evaluación de calidad de vida.

Figura 4

Modelo de calidad de vida laboral

Fuente: Elaboración propia