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la sensación de apariencia física que difiere del sitio de la realidad (presencia). El segundo es el grado en que se está en posibilidad de conducir, en tiempo real, la realidad alterna (interactividad) y el tercero implica un estado de involucramiento (inmersión) según: la inclusión (prescinde de la realidad), la amplitud (propiedades sensoriales), el entorno (campo de visión), la viveza (resolución del dispositivo de uso) y la coincidencia (percepción de los movimientos corporales con la información recibida); siendo este último rasgo el que causa más interés y diversidad en su exposición teórica (Wohlgenannt et al., 2020).

Por otro lado, sumar la RV cómo herramienta de valor a la experiencia turística data de 1930, pero fue hasta la década de 1990 que nació el interés académico por su estudio, demostrando dos hechos. Primero, apenas hay 30 años de estudio en el tema y segundo, contrastantemente, es innegable el hecho de que la RV ha tenido una influencia directa tanto en la oferta turística como en los turistas. Por ejemplo, las investigaciones realizadas, durante los últimos tres años (2014 a 2017), examinan la RV como una herramienta de marketing con fines de promoción y comunicación durante la fase previa al viaje, centrándose en aspectos de comportamiento de los usuarios (Beck et al., 2019).

Será relevante, entonces, comprender la diferencia entre los alcances de la experiencia que proporciona el turismo presencial al virtual. La figura 1, realiza un comparativo respecto a los enfoques que abordan tanto el turismo de in situ, cómo al que se experimenta usando a la RV; con el fin de analizar la importancia que cada uno tiene en la prestación del servicio y la experiencia dirigida al usuario.